Cada vez que presenciamos la humillación de una persona queer en la calle y no dijimos nada, cometimos un acto perverso.
Cada vez que mentimos acerca de nuestra novia o novio en el trabajo, cometimos un acto perverso.
Cada vez que escuchamos “no me molestan los gay, pero por qué tienen que se tan agresivos” y no dijimos nada, cometimos un acto perverso.
Cada vez que permitimos que una madre lesbiana pierda custodia de su hijo, y no presionamos en los tribunales, cometimos un acto perverso.
Cada vez que nos vestimos para una boda en familia y dejamos a nuestra amante en casa, cometimos un acto perverso.
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Era un adolescente cuando escuché este texto de Pat Parker, citado por Ilse Fuskova en unas jornadas sobre Minorías Sexuales y Nuevos Sujetos realizadas en una de las sedes de la UBA que ya no recuerdo. De aquellos encuentros me quedaron los audios en cassettes que grabé y que hoy forman parte de la Biblioteca. Hace unas semanas, que la angustia y la impotencia por el suicidio de Carlos Agüero en La Rioja entra y sale de mi cuerpo. Aun no he podido poner en palabras tanta indignación. Hace un rato terminé de leer la nota aparecida en el SOY de hoy firmada por Flor Manfort, y recordé este texto. Busqué el cassette, y lo transcribí. La nota tiene muchos puntos que resaltar, que no debemos olvidar.
Pietro
Sin lugar para los frágiles por Flor Manfort
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