La historia de Juan/A, una mujer que fue hombre y hermafrodita
Primero le cambiaron el nombre en el DNI; un año atrás la operaron. Pero Juana, que acaba de convertirse en protagonista de un libro, dice que aún no se acostumbra a ser una mujer.
“Antes la gente me encaraba como a un monstruo. Me molestaban, querían que cuente”, dice Juana.
Fue a través de las gestiones de un diputado que logró el cambio de identidad y una operación.
Por Cristian Alarcón
Cuando nació Juan/a los médicos vieron entre su piernas el obvio indicio masculino. Y así fue que la registraron. Se llamó entonces Juan Carlos Luffi / Juana Luffi. Cuando tenía doce años ya estaba claro que esa huella no bastaba por sí misma. Pronto los médicos le diagnosticaron “pseudohermafroditismo femenino masculinizante”. Eso significa que sus genitales alcanzaron el desarrollo de un niño de seis años. Desde esa edad desarrolló los pechos de una mujer, y nunca tuvo producción hormonal masculina. Hasta los veinte se vistió como un hombre y trató de proceder así. Luego, los últimos treinta años, ha sido para todos Juana. Hace cuatro años también lo es en el DNI. Y ya pasó un año y medio desde que la operaron para construirle una vagina. Juana ha cambiado. El cambio no cesa. El jueves se presentó un libro sobre su vida. Juan/A. La angustia de vivir en un cuerpo equivocado, de Eduardo Sívori.
En una larga conversación con este diario Juana cuenta cómo es la vida después de esa transformación física. Su duda irremediable, su añoranza del tiempo en que era payaso de circo, vendedora de baratijas, linyera y por sobre todo ambigua. Juana habla sobre su extrañeza ante este cuerpo del que la dotaron, ante la femineidad que ahora siente que la obligan a asumir, ante lo increíble que le resulta un trabajo estable, un confort inesperado en su rancho. “Si soy mujer, si soy varón, no sé. Estaré loca, pero esto es raro. Yo no me acostumbro”, esboza, ante la incógnita que aún la desvela.
–¿Qué ha cambiado desde que la operaron?
–Y... lo único es que ya no me discriminan como antes. Ya no sufro por la iglesia, por la policía y por la Justicia. Porque antes la gente me encaraba como a un monstruo. Me molestaban, querían que cuente. Ahora el problema es que busco un novio y no lo puedo encontrar –ríe–.
–¿Me puede contar sobre amores, sobre novios?
–No, no. Yo nunca nunca tuve un novio.
–Pero se habrá enamorado.
–Enamorarme sí, claro que jamás dije nada. Me acuerdo que el momento más feliz fue cuando esa persona, cuando yo era una chica, sin saber que la amaba, me dio una cachetada. Para mí ese dolor fue maravilloso. No dije nada porque no me quería considerar un travesti ni un homosexual. Yo quería ser o varón o mujer.
–Usted pasó su vida sin relaciones sexuales o no teniéndolas como el resto. ¿Qué siente después de la transformación genital de su cuerpo?
–Nada. Yo le diría que lo crítico en este momento es la soledad. Siempre fui yo sola en el llorar. Lo que pasa también es que quise adoptar una criatura y me rechazaron porque ya soy de edad y... Como digo yo, que prefieren tenerlos encerrados a los chicos antes que darles amor. Yo pienso que por más que no haya sido madre puedo enseñarles la vida.
–¿Cómo es la vida ahora?
–Ahora me ataca el estado depresivo de otras cosas. Pensé que la vida iba a ser mejor y la vida al final se hace más peligrosa. Antes andar en la calle cirujeando era común. Trabajaba de albañil, tenía otra vida que hacía como hombre fuerte. Ahora como tenés que hacer la vida de mujer, tenés que vivir mejor, no hay sueldo que te alcance. Tenés otro nivel. Ahora la gente está a la expectativa de cómo estás viviendo. El diputado (Germán López, de la UCR) me dio trabajo en el comité. Y cuando estaba internada me arregló todo el rancho. Antes tenía una camita chica, y me acostaba en un agujero. En la de dos plazas al principio me caía. Germán sacó todo lo viejo y puso todo lo nuevo. Fijate cómo sería que a los dos días me di cuenta de que tenía el baño adentro. Yo seguía yendo afuera. Yo lo que digo es por qué me lo tienen que regalar. Me voy a terminar de morir y voy a seguir agradeciendo, pero yo me siento aprisionada porque una persona tuvo que darme eso para cambiar de vida.
–Mirándolo desde ahora ¿usted preferiría haber seguido como una persona ambigua, sin un definición absoluta?
–Puede ser que esté loca, la locura del problema psicológico que no me creo ni yo misma. Porque no me creo esto. Hace un año y pico que ya me hicieron esto. Y en todo ese tiempo no me he visto la operación. No me la he visto... Lo que pasa es que fue todo tan rápido al final que yo para mí dije, “bueno, estoy operada y punto”. Volví al médico y estuve en tratamiento psicológico. Soy una persona que no he visto nada, no miré si es grande, si es chiquito, si está entero, si es torcido. No tengo idea.
–¿Le da miedo?
–Sí... Mirá que me han mirado, me han curado, me han dicho que tengo mejor que una criatura, o sea, que una persona virgen. Pero de ahí a que yo me vea...No. No estoy convencida.
–¿No está convencida de ser mujer?
–Claro. Si me pregunta si soy mujer, yo no sé. Lo que es seguro es que ya no tengo más el bicharraco ese que tenía antes. Nada más. Además la forma de orinar, se me complica. Porque antes era parado, ahora, si no te sentás... No me puedo adaptar todavía. Ese tajito tan chiquito... Me cuesta agacharme porque me cuesta ponerme en la posición de una mujer.
–Pero sueña con un amor.
–No es que no crea que voy a poder. Si me toca tener relaciones con un hombre las voy a tener. Para mí es como si fuera una nube. Han hecho conmigo lo que han podido. Pero si me hice operar fue porque, la verdad, es que me di cuenta de que no había derecho como me discriminaba la sociedad. Yo recorrí desde chiquita 37 hospitales. Una vez me operaron mal en Córdoba. Desperté en la sala de varones. Me dolió más que nada en la vida. Cuatro veces quise matarme, y aquí estoy.
–¿Qué siente ante un libro hecho sobre su vida?
–Las cosas que escribió este chiquilín son ciertas pero me han movido. Ellos dicen que el librito es para el bien de la sociedad, pero a mí ¿quién me devuelve lo que durante 50 años la sociedad me hizo? La ayuda es de algunas personas preocupadas que agradezco. Lo demás es puro sufrimiento. O a lo mejor estoy loca y es nada más que eso.
San Pedro, el lugar donde todo cambió
Por C.A.
En el comienzo fue un extraño fenómeno en el pueblo de Eugenio Bustos, al sur de Mendoza. Allí donde nació y donde luego su madre, una proletaria que la tuvo muy poco tiempo entre los brazos, la tiró en un descampado, cuando era una bebé de tres meses. Toda su infancia la pasó en la calle. Le decían el Motita, por ese pelo africano que hereda de una abuela portuguesa, “mala y fiera como el diablo”. Fue ella quien la crió. Aunque después de la piedad que la hizo rescatarla del abandono, la golpeó y la explotó hasta que provocó su huida. A su madre biológica la encontró después de muchos años. “Le pregunté si le había dolido tanto haberme parido y me dio vuelta la cara de una cachetada”. Entonces Juana, llena de odio, la maldijo. “Vas a morir descogotada, hija de puta”. Después la mujer “iba con su macho en un camión y chocó contra otro. Se destapó los sesos y rebotó contra el parabrisas, con su amante”.
Juana Luffi se atreve a blasfemar. Dice no creer en nada. Ni santos, ni dioses la atraviesan. “Eso sí, si te miro y veo, lo que pasa es lo que digo”, sentencia. Si su cuerpo enorme de madona tuviese encima una túnica blanca, sería una mai umbanda. Pero aun en la sobriedad de su nuevo estilo de señora, con la misma imperfecta dentadura, pero de sandalias y sombras celestes, dice que cura “el ojo, empachos, separaciones, mal de amores, impotencia”. Vive en la ribera del río, en San Pedro. Las crecidas le traen tristeza. Dice casi no tener amigos. Sólo un chico sin familia que la atiende, a veces, le cura las heridas y le pinta las largas uñas. Fue el pueblo en el que se ha instalado hace veinte años, que encontró el benefactor a través de quien consiguió abogados para pelear por su identidad ante la Justicia, y luego la posibilidad de operarse, el diputado radical Germán López, vicepresidente del bloque en la Legislatura bonaerense. Ella es peronista y dice haber repartido volantes montoneros. “No me importa y a él tampoco. En el comité los pibes de la juventud, aunque los reto por mugrientos, también me quieren”.
Material disponible en Biblioteca LGTBI de Eduardo Sivori
Libros:
-Juan/A
La angustia de vivir en un cuerpo equivocado
Seudohermafroditismo. Una historia de vida.
de Eduardo Sivori
Honorable Camara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires - Saladillo - 1998
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