por Susana Grimberg
Fragmento. Texto completo en http://www.susanagrimberg.com.ar/Educodio.html?s=enajenada
"Educación para la muerte" es el libro donde el pedagogo estadounidense Gregor Ziemmer, fundador y director de la escuela de la embajada de EE.UU en Alemania a fines de la década del treinta, traza una especie de trabajo de campo con datos recogidos en "tiempo real" sobre la vida y la educación de los jóvenes bajo la hegemonía del Partido Nacionalsocialista.
En la primera edición hecha por la Editorial Claridad (junio de 1943), en el prólogo realizado por Alicia Moreau de Justo, la dirigente socialista anticipó la posibilidad de que el Estado, al multiplicar sus medios educativos, impulsando la gratuidad, obligatoriedad y laicidad para todos los habitantes con una pretendida igualdad, "se hace de un formidable instrumento para dominar y dirigir al pueblo".
Adolf Hitler, preso por su fallido asalto al poder en 1923, le dictó a su compañero de prisión el texto Mein Kampf en el cual dice que una vez que su revolución triunfe, "en la educación de los jóvenes en el Estado Alemán lo fundamental ha de ser la educación física: sólo después se tomarán en consideración los valores espirituales e intelectuales".
Sin embargo, el dictado de asignaturas referidas al conocimiento técnico o cultural era tan pobre como extremadamente político. Además, en los diferentes niveles educativos, las clases eran constantemente suspendidas para los desfiles, las "largas marchas" y los actos de todo tipo que organizaba el Partido. De este modo, los nacionalsocialistas arrasaban con la moral privada, la intimidad familiar y la educación intelectual.
Ziemmer revela cómo, desde las aulas, el discurso nazi promovió el "ser", la supremacía de la raza aria, "ser-raza-superior". Los pilares habían sido: la estructura militar, la propaganda (Goebbels, ministro de Propaganda, insistía en que una mentira repetida se transformaba en una verdad), las redes que les proporcionaba el avance de la ciencia, las comunicaciones y los ferrocarriles (sin las cuales los campos de concentración no hubieran sido posibles), y la educación.
En "Educación para la muerte", Gregor Ziemer narra cómo logró penetrar en los recintos sagrados de los centros educacionales nazis, previa lectura del manual escrito por el ministro de Educación, Kerr Bernhard Sust, bajo la supervisión de Hitler.
El manual tenía su propio vocabulario nazi. Un dato significativo es que al maestro no se lo llamaba Lehrer sino Erriejer, palabra que sugiere que no se trataba de instruir sino esencialmente de ordenar, apelando a la fuerza en caso de necesidad. En el manual se establecía una fe única en la Nación y el Fuhrer decretaba que todas las inteligencias debían ser iguales para fundirse en la Gran Conciencia del Estado.
La educación se consideraba satisfactoria sólo cuando los estudiantes hubiesen aprendido a someterse a la autoridad y a adaptarse al casillero que les había destinado el Partido Nazi. De la lectura del libro resta la muerte como ideal, en obediencia debida al Führer, quien dijo: "Dejad que los niños vengan a mí, pues ellos me pertenecen hasta la muerte".
Todos los niños debían terminar la escuela primaria antes de los diez años; después de esa edad, las escuelas eran campos de prueba para el Partido. A los niños, desde la edad preescolar, se los educaba en la supremacía del fuerte sobre el débil y en la supresión de toda forma de misericordia. Los maestros estaban imbuidos de una sola idea: hacer que el niño pensara, sintiera y actuara como un verdadero nazi. Las marchas diarias eran de apenas doce millas y media para los principiantes, cantidad que aumentaba para los mayores. En el manual resaltaba la consigna para toda la juventud alemana: ¡Aprieten los dientes! ¡Aguanten!
Con respecto a las mujeres, se crearon clínicas prenatales para controlar la pureza de la raza aria; clínicas de esterilización donde se vaciaban los vientres de las consideradas retardadas, débiles, locas, además de las de espíritu rebelde.
Se alentaba a las mujeres a aparearse con soldados arios, evitando los lazos afectivos con los mismos, pues los hijos iban a ser para el Estado personificado en el líder. Esto era posible despertando en ellas un sentimiento casi místico en relación a Hitler. Una de las mujeres entrevistadas por Ziemmer, manifestó desear sufrir terribles dolores de parto como una verdadera prueba por el Führer.
Otro de los efectos de tipo místico eran las bendiciones que se realizaban antes de las comidas: "Führer nuestro, te damos las gracias por tu magnificencia, te damos las gracias por este hogar, te damos las gracias por estos alimentos. A ti dedicamos todas nuestras fuerzas; a ti dedicamos nuestras vidas y las de nuestros hijos".
El misticismo era alentado tanto en las mujeres como en los hombres. Se consideraba un pensamiento "santo" la determinación y la esperanza de convertirse en un buen soldado para Adolfo Hitler y desear morir por él.
Al finalizar el libro, Gregor Ziemer se pregunta, no sin temor, a partir de la premisa de que los totalitarismos educan eficazmente para la muerte, si las democracias son capaces de educar para la vida.
La muerte como amo absoluto
"En lo que concierne a nosotros, hemos quemado los puentes a nuestro paso. Ya no podemos regresar, ni queremos regresar. Pasaremos a la historia como los más grandes hombres de estado, o como los mayores criminales".
Joseph Goebbels, 1943.
TEXTO COMPLETO EN FUENTE: http://www.susanagrimberg.com.ar/Educodio.html?s=enajenada
Educación para la muerte
Traduccion de Eva Iribarne
Prologo de la Dra. Alicia Moreau de Justo
Claridad - Argentina - 1943
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